LA MAGIA DE LO COTIDIANO
Hay momentos, en la vida, donde aparentemente no ocurre nada especial. Parece que todo está en calma y que necesitamos una especie de señal divina que nos “ilumine” para hacernos creer que estamos vivos. Que nuestra vida tiene sentido y un propósito.
Ridículo, el ser humano es ridículo, yo soy ridícula. ¿No tengo suficiente con el hecho de sentirme viva cada día, qué más prueba necesito que eso?
Siempre esperamos algo mágico como si el día a día, la gente que te rodea y la salida del sol no fueran suficientemente mágicos. Escribo este post mientras voy en el vuelo de regreso desde Málaga, desde la ventanilla veo la puesta de sol, es sencilla, es cotidiana y es mágica.
Este fin de semana, como decía antes, he volado hasta Málaga para visitar a una amiga que quiero mucho, Triana. Nos conocimos durante un proyecto de voluntariado en Ecuador y se forjó una amistad que valoro mucho, que es un tesoro para mí, que es mágica.
La finalidad del viaje, a parte de visitarla a ella, era conocer a sus alumnos. Triana es maestra de primaria en una escuela de Torremolinos, en concreto de la clase 2º B. Conocer a estos niños me ha demostrado la labor tan extraordinaria que hacen los maestros, los que tienen ganas de enseñar a sus alumnos y de aprender de sus alumnos y el lunes durante 5 horas vi que Triana lo sabe hacer muy bien, enseña y aprende. Hace magia con ellos y ellos hacen magia con su “seño”.
Hace un mes, aproximadamente, decidió explicarles a sus alumnos como se escribe una postal. Y me usó a mí de ejemplo puesto que es algo que hago con asiduidad, escribir y enviar postales a la gente que quiero. Sus alumnos me mandaron una postal a mi casa y yo les respondí. La ilusión de abrir el buzón y ver una postal de Torremolinos fue descomunal.
Hemos establecido una relación epistolar fugaz, puesto que el próximo curso Triana dejará de ser su tutora. Y aunque el acto de escribir y enviar postales es común y corriente se ha convertido en algo mágico.